domingo, 2 de marzo de 2014

Y cómo siente una mente curiosa?

Pues asi ama una mente curiosa, a propósito del nombre de este Blog.  Cosas que uno encuentra en Internet y le sacan una sonrisita de complicidad

No te enamores de una persona curiosa.
Querrá saber quién eres, de dónde vienes, cómo es tu familia.
Mirará todas tus fotografías y leerá todos tus poemas. Vendrá a cenar y hablar con tu madre acerca de cómo su curiosidad le ha enseñado cosas muy útiles. Te pedirá que explotes cuando estás enojado y que llores cuando estás herido.
Te preguntará qué significa esa ceja levantada. Querrá saber tu comida favorita, tu color favorito, tu persona favorita. Te preguntará por qué.
Va a comprar esa que cámara te gustó, prestará atención a esa banda que amas en caso de que haya un show cerca, te llevará ese suéter al que le sonreíste una vez. Aprenderá a cocinar tus comidas favoritas.
Los curiosos no se conforman con el exterior, desean el interior.
Ellos quieren lo que te hace pesado, lo que te hace sentir incómodo, lo que te hace gritar de alegría , ira, y de angustia.
Su piel se convertirá en páginas
en las que aprenderás a derramar tu ser.
No te enamores de una persona curiosa.
No dejará un suspiro sin explicación.
Querrá saber qué hizo
exactamente, qué hizo para que la amaras.
Año, mes, día, semana
“¿A qué hora fue? ¿Qué dije? ¿Qué hice?
¿Cómo te sentiste? “
No te enamores de una persona curiosa, porque he estado allí.
Desabrochará tu camisa
y leerá cada cicatriz
cada marca
cada curva.
Explorará cada una de tus extremidades, cada órgano, cada pensamiento, cada ser.
"Hay una curiosidad que moverá montañas algún día
tan fácilmente como usted me ha movido durante años.”


viernes, 24 de enero de 2014

Espejos



“Qué extraña escena describes y qué extraños prisioneros, son iguales a nosotros”. 
Platón. 
 


Ahora que no vivo con los míos  y debo interactuar con gente de distintas culturas, creencias y razas recuerdo las ideas preconcebidas con las que crecí acerca de los otros: los de otra religión, otra cultura, otro país;  otros con los que he tenido un real acercamiento luego de un año de vivir fuera de lo conocido.  Lo que sabía de ellos antes eran sólo prejuicios.

Quiero hablar específicamente de la cultura musulmana, con la que he tenido la experiencia afortunada hasta ahora de compartir y conocer y aunque ha sido etiquetada comúnmente de peligrosa,  sólo por ser diferente, quiero contarles que para mí esos extraños personajes  son iguales a nosotros.

Por más que pienso no encuentro esas enormes diferencias que en mi contexto aprendí habían entre ellos y nosotros. Por el contrario,  descubro que esos de extraña religión y cultura  son más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría admitir, porque incluso históricamente hemos tenido mucho que ver ya que  ellos invadieron España antes de que esta nos invadiera a nosotros. Al mezclarnos con españoles también nos quedó una herencia de medio oriente, que se puede observar por ejemplo en las muchas palabras comunes de nuestros lenguajes.

Hace casi un año, salgo con un chico turco, que definitivamente no es árabe y no necesariamente musulmán. Turcos hay muchos en Alemania, es más podría decir que en Alemania lo que no se encuentra tanto son alemanes porque en la actualidad es un país en el que vivimos gentes de todos los tipos de los que en el mundo puede haber y los hay de muchos.

Entonces  desde aquí debemos romper el primer estereotipo de que son los arios los únicos que habitan el país germano y partiendo de este contexto, no es sorprende estar en interacción con tan “exóticas” culturas.  

 La calidez, el gusto por la gente y la sonrisa pronta de estos “exóticos”, se asemeja más al carácter latino que el de los mismos alemanes, con los que nos gustaría por nuestra herencia colonial tener más en común pero la verdad es que estamos muy lejos de ellos. Pero en cambio esa gente ruidosa, sociable y amable de oriente  me recuerdan en el trato a uno de los míos a diferencia de tratar con un alemán; una interacción difícil de entablar y más aún de continuar.

Y esto a simple vista.  Ya pasando a temas más delicados como las costumbres y la religión, no me he sentido agredida de ninguna manera, durante mi relacion,  ha sido él, el primitivo, el extremista, el musulmán; más respetuoso que yo con las diferencias culturales que hay entre nosotros. Porque de vez en cuando vienen a mi mente los perjuicios aprendidos con los que miramos a los musulmanes, perjuicios que ellos curiosamente no tienen hacia nosotros.  Y por estas erróneas creencias soy yo la que me veo convertida en esa persona intolerante, que en defensa de sus valores culturales ataca lo que no reconoce como igual y no acepta ninguna convivencia con la diferencia. Lo que tanto señalamos en ellos, es lo que hacemos al poner una etiqueta de distinto, que sólo refleja la inseguridad a que lo diferente nos dañe, nos toque, nos abra el mundo y enriquezca, como a mí me ha pasado.

Y ¿dónde está la diferencia? Insisto. No la veo en la práctica. Descubro al acercarme a pesar de religiones y países distintos que en nuestra naturaleza humana no hay diferencia. Tenemos los mismos sueños, necesidades y temores.  Un corazón humano que teme pero lucha, que duda pero cree, en Alá o Jesús pero aun cree.

Y además tenemos en común que ocupamos el mismo lugar en el mundo. Venimos de países en desarrollo con similares problemas, generalizados por las potencias como terroristas o narcoterroristas, da igual el adjetivo porque tiene el mismo propósito: mantenernos marginados para garantizar su poder. Somos culturas subestimadas y obligadas al desarrollo.  Somos esos extraños prisioneros, iguales entre sí.

Este es un llamado a la tolerancia y el respeto, a no prejuzgar antes de conocer de cerca,  porque tal eso que nos parece tan extrano nos refleja como un espejo. 


























 






domingo, 19 de enero de 2014

Cruzar el Charco...

Luego de una larga ausencia en este espacio, vuelvo para compartir las inquietudes que mi mente curiosa no deja de hacerse al observar el mundo y lo que en él pasa. Y hoy quiero hablar de cruzar el charco...

Vivir fuera del país es un anhelo de mi generación que muchos ya hemos hecho realidad. No niego lo maravilloso que es cruzar el atlántico, sentir que el mundo empieza donde acaba el agua y luego conocer y vivir en otra cultura.  Pero me preocupa que ese deseo de viajar y vivir fuera del país sea nuestro único sueño y más preocupante aún que sea la primera alternativa a problemas de falta de empleo, bajos sueldos, tedio y frustración que viven o hemos vivido muchos de mis contemporáneos en Colombia. 

Viviendo en Alemania, contrario a mis expectativas, no he encontrado tantos otros latinoamericanos, como colombianos. Alguien me dijo alguna vez que cuando uno vive bien en su país no siente la necesidad de irse. Y nosotros los colombianos estamos por las cuatro esquinas del mundo. Son más los amigos en Colombia que me preguntan que hacer para irse del país, que los que me cuentan lo bien que viven ahora. Y entonces yo digo ahora no es el momento de volver.

Y entonces quién quiere y puede quedarse en Colombia? en el pedazo de tierra del mundo que se nos asignó para vivir a nosotros, los colombianos.

Lo que más me inquieta es que será del país si todos pensamos en abandonarlo.  No es fácil no querer volar lejos muy lejos ante la inseguridad, la pobreza, la falta de  oportunidades y el desorden en el que vivimos, pero soy de la opinión que nuestra ciudadanía colombiana nos obliga a sacar adelante ese pedazo de tierra que se nos otorgó para habitar. Muchos me dicen que representar bien al país fuera es también una forma de mejorarlo, pero creo que no necesitemos tantos embajadores como la cantidad actual que tenemos con los miles de colombianos en el exterior. 

O si todos nos vamos a ir, propongo repartir el país en partes y venderlo al mejor postor; como han hecho los administradores de esta tierra desde su fundación. O será que ese es el destino de nuestro nación. Una tierra baldía lista para el saqueo?