viernes, 24 de enero de 2014

Espejos



“Qué extraña escena describes y qué extraños prisioneros, son iguales a nosotros”. 
Platón. 
 


Ahora que no vivo con los míos  y debo interactuar con gente de distintas culturas, creencias y razas recuerdo las ideas preconcebidas con las que crecí acerca de los otros: los de otra religión, otra cultura, otro país;  otros con los que he tenido un real acercamiento luego de un año de vivir fuera de lo conocido.  Lo que sabía de ellos antes eran sólo prejuicios.

Quiero hablar específicamente de la cultura musulmana, con la que he tenido la experiencia afortunada hasta ahora de compartir y conocer y aunque ha sido etiquetada comúnmente de peligrosa,  sólo por ser diferente, quiero contarles que para mí esos extraños personajes  son iguales a nosotros.

Por más que pienso no encuentro esas enormes diferencias que en mi contexto aprendí habían entre ellos y nosotros. Por el contrario,  descubro que esos de extraña religión y cultura  son más parecidos a nosotros de lo que nos gustaría admitir, porque incluso históricamente hemos tenido mucho que ver ya que  ellos invadieron España antes de que esta nos invadiera a nosotros. Al mezclarnos con españoles también nos quedó una herencia de medio oriente, que se puede observar por ejemplo en las muchas palabras comunes de nuestros lenguajes.

Hace casi un año, salgo con un chico turco, que definitivamente no es árabe y no necesariamente musulmán. Turcos hay muchos en Alemania, es más podría decir que en Alemania lo que no se encuentra tanto son alemanes porque en la actualidad es un país en el que vivimos gentes de todos los tipos de los que en el mundo puede haber y los hay de muchos.

Entonces  desde aquí debemos romper el primer estereotipo de que son los arios los únicos que habitan el país germano y partiendo de este contexto, no es sorprende estar en interacción con tan “exóticas” culturas.  

 La calidez, el gusto por la gente y la sonrisa pronta de estos “exóticos”, se asemeja más al carácter latino que el de los mismos alemanes, con los que nos gustaría por nuestra herencia colonial tener más en común pero la verdad es que estamos muy lejos de ellos. Pero en cambio esa gente ruidosa, sociable y amable de oriente  me recuerdan en el trato a uno de los míos a diferencia de tratar con un alemán; una interacción difícil de entablar y más aún de continuar.

Y esto a simple vista.  Ya pasando a temas más delicados como las costumbres y la religión, no me he sentido agredida de ninguna manera, durante mi relacion,  ha sido él, el primitivo, el extremista, el musulmán; más respetuoso que yo con las diferencias culturales que hay entre nosotros. Porque de vez en cuando vienen a mi mente los perjuicios aprendidos con los que miramos a los musulmanes, perjuicios que ellos curiosamente no tienen hacia nosotros.  Y por estas erróneas creencias soy yo la que me veo convertida en esa persona intolerante, que en defensa de sus valores culturales ataca lo que no reconoce como igual y no acepta ninguna convivencia con la diferencia. Lo que tanto señalamos en ellos, es lo que hacemos al poner una etiqueta de distinto, que sólo refleja la inseguridad a que lo diferente nos dañe, nos toque, nos abra el mundo y enriquezca, como a mí me ha pasado.

Y ¿dónde está la diferencia? Insisto. No la veo en la práctica. Descubro al acercarme a pesar de religiones y países distintos que en nuestra naturaleza humana no hay diferencia. Tenemos los mismos sueños, necesidades y temores.  Un corazón humano que teme pero lucha, que duda pero cree, en Alá o Jesús pero aun cree.

Y además tenemos en común que ocupamos el mismo lugar en el mundo. Venimos de países en desarrollo con similares problemas, generalizados por las potencias como terroristas o narcoterroristas, da igual el adjetivo porque tiene el mismo propósito: mantenernos marginados para garantizar su poder. Somos culturas subestimadas y obligadas al desarrollo.  Somos esos extraños prisioneros, iguales entre sí.

Este es un llamado a la tolerancia y el respeto, a no prejuzgar antes de conocer de cerca,  porque tal eso que nos parece tan extrano nos refleja como un espejo. 


























 






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